Comencé a bailar danza folclórica a los 16 años, desde niña me enamoré de los vestidos con sus múltiples colores ondeando en el aire. Mis primeros zapatos fueron los zapatos que usó mi abuela en sus clases de danza de la tercera edad. Siempre fueron muy especiales.
Mientras estudiaba arquitectura seguía bailando y a pesar de las desveladas dibujando o haciendo maquetas nunca faltaba a los ensayos o presentaciones. ¡La alegría que me produce bailar es incomparable!
Hace más de 10 años que migré a Australia y ha sido una montaña rusa de emociones. Desde que llegué he estado involucrada con compartir la riqueza cultural mexicana. El seguir bailando me permitió sobrellevar los altibajos que he experimentado en mi experiencia migratoria. Con gusto comparto esta experiencia con mi amor y mis niños. Mientras pueda, seguiré bailando…