Hoy más que nunca tenemos que reconocer la importancia y la grandeza de nuestra cultura alimentaria. Desde su inicio en los pueblos originarios y, enriquecida increíblemente a la fecha, en ella encontramos solución a lo que tanto nos aqueja en estos días, fuente de salud a un bajo costo generando una economía circular tan necesaria para nosotros y el medio ambiente.
En mi familia producimos y agregamos valor pero sobre todo, promovemos el consumo de amaranto, maíz nativo y frijol, cultivos endémicos amenazados por diversas causas, una de ellas, el bajo consumo.
¡Hagamos una dieta cultural! No vendemos nuestra cultura alimentaria… Nos la compartimos.